Cauterets, once años de Rencontres

Cauterets, once años de Rencontres

Cauterets, 11 años de Rencontres.

Fue en 2008, en el mes de septiembre. Hicimos juntos una ascensión fronteriza al pico Bataillance. Se veía que algo iba a surgir.  Y  sin fallar ninguna ocasión, ya llevamos  más de once años de amistad y encuentros entre el Club Alpin Français de Tarbes y Montañeros de Aragón de Barbastro.

El fin de semana recién terminado  del 28 y 29 de septiembre volvimos a satisfacer el gusto por  compartir espacios  y sentimientos. Y José Masgrau  hoy me pide que escriba algo. De verdad, imposible negarme después de haber visto el trabajo de Luis y José  así como el de François  y Serge. Todos hemos sido llevados en volandas por estos dirigentes de nuestros clubs  y por eso quienes estamos en segunda línea debemos colaborar también aunque sólo sea construyendo un relato.

Un relato muchas veces intimista, sí , porque en muchos momentos,  cuando  cantamos con los franceses “Clavelitos” o “Montagnes Pyrenées”, sentimos  que los corazones se agrandan y queremos estar muy cerca unos de otros. Igual que al marchar caminando el sábado desde Pont d’Espagne camino del lago de Gaube. Cada cual a su paso y a quien más se acerque, más ganas tenemos de charrar con él sobre la oportunidad de haber hecho cambio de fechas en nuestras citas montañeras. Hemos logrado, no sé si gracias al cambio climático, espantar aguaceros y granizo que solían aparecer los primeros años.

Y siempre en buena armonía se repetían al llegar, junto al lago, una procesión de bandejas portadas por amigos  que en su ir y venir procuraban que se degustase una infinidad de viandas entre los relajados y bien aposentados camaradas. Ante el dilema de alegar un : “-no puedo más “, nos obligábamos a probar otra vez más los postreros chocolates de todas clases y sentir que allá , al fondo del valle, la lejana Pique Longue de Vignemale observaba complacida cómo los montañeros quizá preparaban un próximo ascenso a su inquietante y lejana cima.

En el descenso  volvíamos  a comentar pasadas aventuras sorprendidos de lo que solíamos hacer siendo más jóvenes y aún más sorprendidos de que ahora, con tan sólo un paseo hasta este bucólico lago, sintiéramos la misma satisfacción de haber coronado , como antaño , cualquier tresmil.

Una vez instalados en el Hotel Edelweiss en Cauterets, comenzamos a callejear entre fachadas neoclásicas de antiguos hoteles y balnearios que hacen de este sitio la meca del termalismo y por ende, del montañismo a partir de las visitas que las reinas de Francia hacían para tomar sus baños de aguas calientes y sulfurosas. Fueron pioneros de la aristocracia francesa quienes sintieron la llamada de las cumbres desde unos valles que se hunden muy rápido en la plana de Lourdes  pero que atrajeron desde el principio a vivir la conquista romántica y a la vez intrépida de glaciares y peñascos.

Las canciones y los pastillos de calabaza rubricaron otra cena de hermandad y muy pronto todos a dormir, porque la mañana del domingo saldrá fresca y clara. Esa era la predicción.

Nada más comenzar  a ascender el sendero que nos elevaba por las cascadas de la Railliere, en todo un Parque Nacional de los Pirineos, nos dimos cuenta en aquella mañana de domingo que repetíamos los hayedos o los abetales de Ordesa así como un sinfín de idénticas cascadas del Estrecho pero repetidas aquí, en Francia , hasta la saciedad.

El olor a azufre inundaba el fondo del valle y conforme ascendíamos por un bosque frondoso,  virgen y  tupido veíamos que la mañana se nos volvía en interminable madrugada  de penumbras que anhelan el calor y los rayos de un sol ausente.

Justo cuando logramos por fin hacernos una foto de grupo iluminados por el sol habíamos llegado al estrecho Paso del oso sobre gorgas pardas y profundas. Su espuma blanca  proyectaba gotitas de agua diminutas y refrescantes. Eran las once de la mañana y los anfitriones  ordenaban el regreso pues el horario francés hacía que la comida llegase antes de lo esperado.

Todos sabíamos que la apoteosis de este fugaz fin de semana lo íbamos a vivir, ¡cómo no…! ,  sentados a la mesa, muy apretados y confraternizando unos con otros mientras se servían platos, postres y café.

Por fin, y antes  de empezar de nuevo todos a cantar, se abrían y compartían muchos libritos con letras de canción, siempre guardados como oro en paño.

Entre besos de despedida ya marcábamos el próximo objetivo…:Ordesa en mayo de 2020.

Pedro Solana


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